- La expansión del sentimiento que en aquel momento embargo la bóveda de mi espíritu es indescriptible.
Algo cabizbajo, con su rostro redondo y moreno, el vulgar hombrecillo le respondió:
- Pero... 'e patrón no volvió tuavía don.
- No pude más que pensar, como si alguna potencia alienante me forzase, en que todo gran lider debería estar obligado digamos: media hora al día a ver el cielo.
- Pero... ¿qué lo que hay en el cielo, don?
El joven hombre rasgos dionísicos y dorados bucles miró en un ángulo irregular a la luz tornada del crepúsculo, y dijo:
- La fuerza doblegante de la inmensidad.
martes, 25 de diciembre de 2007