- Honestamente, tengo pavor de pensar, sobre todo, en eso.
- Uh, no puede ser tan terrible --*pff*-- Vamos.
- Si, ¡sí!, ¡para mi es la cosa más terrible!
Una ráfaga de viento sopló entre las ramas de los los sauces, perfumando el aire con un sonido dulce y melancólico. La primera de la tarde que comenzaba a perderse entre nubes.
Arturo le dió un mordisco firme a su manzana amarilla, de cunclillas sobre el banco de cemento. Del otro lado de la mesa circular, su viejo amigo aguardaba el canto de la siguiente chicharra con ansia. Entonces le respondió:
- No estoy seguro de entenderte --mirando aún el horizonte, aguardando--
- Te libro de culpa... --dijo mirando pensativo el pasto seco y la gramilla-- Tengo la sensación de que es una de esas cosas, viste --mordió nuevamente su manzana y señaló un pequeño petirrojo sobre una rama frente a ellos--
Bastian observó la rama como queriendo comérsela --parecía canela en efecto-- pero se contentó con la idea de lo que estaba por venir, que ya era suya. Arturo comenzó a roer lo que quedaba de manzana en el tronco, y una nube enorme pasó bajo el sol velozmente, provocando efectos extraños con la luz y cobijando la travesura de un viento cada vez más insistente. "¿Qué quería?" se preguntó Arturo.
- Creo que la pregunta es esta: ¿Qué debo hacer?
No hubo respuesta inmediata de su amigo, pero unos segundos más tarde dijo, no como hablándole a él:
- ¿Qué te dice tu corazón?
A lo lejos un campesino trillaba el trigo que tenía un color aduraznado aquel día. El sol ya comenzaba a incendiarlo largamente con los primeros rayos oblicuos luego del cenit.
- Estoy inseguro. Creo que tengo que seguir aquello que me propuse hacer, pero me lastima.
- Te lastima porque tu corazón lo rechaza. No lo quiere.
- ¿El corazón?, es muy peliagudo. Lo admiro y a veces quisiera ser más como él, pero "desconoce siempre el latido anterior, y nunca niega el siguiente". Así me dijeron.
- Parece un órgano complicado --y con la mirada perdida y la cabeza alta, una sonrisa se le posó en los labios finos-- El mío afortunadamante no me da tantos problemas.
- Ya lo veo.
Lanzó el tronco de la manzana a sus pies, y levantó el rostro hacia el cielo con los párpados entreabiertos:
- Hoy me siento como este lugar.
Bastian solo amplió su sonrisa. El petirrojo había soltado unas primeras notas, y muy agradecido se sentía de aquel momento y de tener a su amigo con él.
- Arturo. Arturo. Arturo. Se siente bien decir tu nombre. Intentalo.
- Arturo. Arturo. Arturo. Arturo. Arturo.
- ¿Y?
- Jaja, después de un momento se me hace extraño el nombre --"Arturo. Arturo" pensaba-- A fuerza de repetición se me hace extraño, como si perdiese hasta la curiosidad de ser el mío.
- *Mhm* Si, es cierto. No me deja de pasar lo mismo.
- ¿Qué debería hacer, Bastian?, ¿qué creés que voy a hacer?
Bajó los ojos grises de nuevo a la mesa de granito, y luego a los de su amigo.
- ¿Qué se me ocurre que harías...?
- Si, eso. Que pensarías normalmente de mí.
- Vas a volver a rezar, y meditar. Y cuando no encuentres respuesta ni de arriba ni de abajo, nada te va a contentar. Vas a estar pesado. Inaguantable. Y después todo te va a molestar, siempre con cara de enojado y pensativo...
Hasta que te cansés de mantener el ceño fruncido y estés pensativo no más. Después alguna pregunta nueva te van a disparar o te va a arder sola, y ahí te olvidás de ésta.
- ¡Sabía yo!, ¡ya sabía yo! --dijo señalándose el pecho con el índice-- ¡No guardo memoria de mi pasado!
Otra ave se acercó hasta la rama encanelada, sin hojas, y con un arbusto mustio y el campo encapotado de fondo cantaron a dúo. Todo se hacía fresco, y el viento hacía poner la piel de punta a Bastian. Sabía que Arturo estaba preocupado, y que él no tenía los pies en tierra ese día, así que se limito a aconsejarle de la siguiente manera:
- Tengo plena confianza en vos. Siempre tenés un éxito más completo en lo que acometés antes que cualquier otro, y por eso pienso que te aburrís de las cosas.
Unas primeras gotas motearon la mesa circular. Uno se bajó del banco y el otro se paró. Desperezándose, se fueron caminando tranquilamente hacia el Sur-Este, frescos de audacia.
- Uh, no puede ser tan terrible --*pff*-- Vamos.
- Si, ¡sí!, ¡para mi es la cosa más terrible!
Una ráfaga de viento sopló entre las ramas de los los sauces, perfumando el aire con un sonido dulce y melancólico. La primera de la tarde que comenzaba a perderse entre nubes.
Arturo le dió un mordisco firme a su manzana amarilla, de cunclillas sobre el banco de cemento. Del otro lado de la mesa circular, su viejo amigo aguardaba el canto de la siguiente chicharra con ansia. Entonces le respondió:
- No estoy seguro de entenderte --mirando aún el horizonte, aguardando--
- Te libro de culpa... --dijo mirando pensativo el pasto seco y la gramilla-- Tengo la sensación de que es una de esas cosas, viste --mordió nuevamente su manzana y señaló un pequeño petirrojo sobre una rama frente a ellos--
Bastian observó la rama como queriendo comérsela --parecía canela en efecto-- pero se contentó con la idea de lo que estaba por venir, que ya era suya. Arturo comenzó a roer lo que quedaba de manzana en el tronco, y una nube enorme pasó bajo el sol velozmente, provocando efectos extraños con la luz y cobijando la travesura de un viento cada vez más insistente. "¿Qué quería?" se preguntó Arturo.
- Creo que la pregunta es esta: ¿Qué debo hacer?
No hubo respuesta inmediata de su amigo, pero unos segundos más tarde dijo, no como hablándole a él:
- ¿Qué te dice tu corazón?
A lo lejos un campesino trillaba el trigo que tenía un color aduraznado aquel día. El sol ya comenzaba a incendiarlo largamente con los primeros rayos oblicuos luego del cenit.
- Estoy inseguro. Creo que tengo que seguir aquello que me propuse hacer, pero me lastima.
- Te lastima porque tu corazón lo rechaza. No lo quiere.
- ¿El corazón?, es muy peliagudo. Lo admiro y a veces quisiera ser más como él, pero "desconoce siempre el latido anterior, y nunca niega el siguiente". Así me dijeron.
- Parece un órgano complicado --y con la mirada perdida y la cabeza alta, una sonrisa se le posó en los labios finos-- El mío afortunadamante no me da tantos problemas.
- Ya lo veo.
Lanzó el tronco de la manzana a sus pies, y levantó el rostro hacia el cielo con los párpados entreabiertos:
- Hoy me siento como este lugar.
Bastian solo amplió su sonrisa. El petirrojo había soltado unas primeras notas, y muy agradecido se sentía de aquel momento y de tener a su amigo con él.
- Arturo. Arturo. Arturo. Se siente bien decir tu nombre. Intentalo.
- Arturo. Arturo. Arturo. Arturo. Arturo.
- ¿Y?
- Jaja, después de un momento se me hace extraño el nombre --"Arturo. Arturo" pensaba-- A fuerza de repetición se me hace extraño, como si perdiese hasta la curiosidad de ser el mío.
- *Mhm* Si, es cierto. No me deja de pasar lo mismo.
- ¿Qué debería hacer, Bastian?, ¿qué creés que voy a hacer?
Bajó los ojos grises de nuevo a la mesa de granito, y luego a los de su amigo.
- ¿Qué se me ocurre que harías...?
- Si, eso. Que pensarías normalmente de mí.
- Vas a volver a rezar, y meditar. Y cuando no encuentres respuesta ni de arriba ni de abajo, nada te va a contentar. Vas a estar pesado. Inaguantable. Y después todo te va a molestar, siempre con cara de enojado y pensativo...
Hasta que te cansés de mantener el ceño fruncido y estés pensativo no más. Después alguna pregunta nueva te van a disparar o te va a arder sola, y ahí te olvidás de ésta.
- ¡Sabía yo!, ¡ya sabía yo! --dijo señalándose el pecho con el índice-- ¡No guardo memoria de mi pasado!
Otra ave se acercó hasta la rama encanelada, sin hojas, y con un arbusto mustio y el campo encapotado de fondo cantaron a dúo. Todo se hacía fresco, y el viento hacía poner la piel de punta a Bastian. Sabía que Arturo estaba preocupado, y que él no tenía los pies en tierra ese día, así que se limito a aconsejarle de la siguiente manera:
- Tengo plena confianza en vos. Siempre tenés un éxito más completo en lo que acometés antes que cualquier otro, y por eso pienso que te aburrís de las cosas.
Unas primeras gotas motearon la mesa circular. Uno se bajó del banco y el otro se paró. Desperezándose, se fueron caminando tranquilamente hacia el Sur-Este, frescos de audacia.