viernes, 29 de febrero de 2008

...prorrumpió con voz firme- os atreveis a juzgaros sin más?

Los cuatro callaron antre la fuerza con la que sus palabras habían roto lo ameno de la charla.

- Sois monstruosos. Sois meros humanos monstruosos, negligentes hasta el hartazgo.

Ahora, llamar a alguien "monstruoso" es muy poco cortés. Replicó el primero:

- ¿Por qué así?, ¿por qué la rudeza?

- Porque no medís vuestras palabras. Y eso es terrible.

La tercera y el cuarto se vieron irresolutos. La tensión estiró todos los músculos faciales, hasta que cada uno se puso horrible y tirante. Menos segundo, que llevaba máscara.

¿Pero por qué así?
Primero se sentía mal; segundo no opinaba; tercero no hablaba de razones, pero primero siempre las pedía, y eso era lo más reprobable de su conducta, se decía segundo. Así que la respuesta sólo lo terminó de repugnar.

- ¿Veis... veis esto? -preguntó señalándose el rostro oculto- Es una máscara, pero no sólo una máscara... es la mascarada.

Y segundo comenzó a sacarse la máscara, y la máscara que había debajo, y la de debajo... La práctica se extendió demasiado.

- Basta. Basta. Podemos ver las máscaras, ¿qué querés?, ¿qué es lo que querés?

- Ayúdadme -mientras continuaba retirando caretas-

La carrera se volvió frenética, y pronto la habitación se comenzó a estropear con tanto tapujo. Primero, tercera y cuarto ayudaban, pues, casi con malicia. El objeto no era claro, seguía irresoluto, pero el hábito de horadar en el rostro de esa personæ se había convertido en vicio.

Así, viciosos, sus dedos hábiles y taladros perforaban cada rincón, de plástico, latex, porcelana, metal o madera. No había
materĭa que pudiese resistirse a los porques, a los comos, al poder intrínseco del número. Primero, tercera y cuarto eran dos más que segundo después de todo.

Mecánicamente, fue perdiendo la conciencia, y al llegar a lo que parecía ser la mitad de todas las máscaras, cayó de bruces en la alfombra. Su cuerpo comenzó a disolverse, y pronto no estuvo más presente.

Las preguntas habían terminado su cruel rito desmembrador. El desencantamiento y la destrucción estaban completos.