lunes, 11 de julio de 2011

El placer de la unión

Dejar un comentario Posted by Mr. J en diciembre 19, 2010 Edit

En las postrimerías de días plomizos como los que tocan en ciertas épocas del verano, no existen mayores satisfacciones que una y simple: recorrer a pie la ciudad.
En esos paseos ejecutados con avidez agónica y silenciosa los pies pesan lo mismo que recuerdos. El corazón no pide más que hundirse en la desesperanza/ción porque prevalece en la piel de su músculo la certeza de que son horas de artes ocultas, soledad y oniria. La compañía nunca es bien recibida, aunque sea con sonrisas y compartidos alimentos.
La ciudad poluta tiene los tintes monstruosos de las ciudades de los antiguos, de R’lyeh y Babilonia, de los prolegómenos de futuras-reliquias ciudades, embastadas en aluminio y luz falsa. Me encrespa los nervios y me embota la razón este caminar entre rostros garabateados y reflejos transversales, con un frío indigno de cemento llovido. Me encrespa y embota porque tengo la desesperación de los resignados atrapados, de los moradores de la Biblioteca de Babel, de “hallar” en algún recuerdo el libro, la palabra, el pensamiento y la persona que me libren de toda sensación y satisfacción. A esa unión perfecta se le ha impuesto el nombre “amor”. Yo la llamo muerte.