Lei
domingo, 12 de agosto de 2007

Largas hileras de fina luz pendían de ese rostro terreno que era su falange hacia el mundo que la contemplaba.

Divina, se entremezclaba con la intensidad celeste de la noche haciéndola día, y en su espléndido estar, una paz inundaba los corazones como Diluvio Universal.

Orbes de zafiro sereno, buscábanme como buscan el horizonte, y así me contemplaban en un juego dionísico e inocente, y yo devolvía la mirada como el crepúsculo cuando está a punto de perderse en el océano.

Si de sus labios de rosa y piel salían palabras, las palabras son carbunclos que bajo la fragua de su corazón se convierten en diamantes pristinos, que sin demora ella lanza a las aves del mundo.


Lumínica feroz. Delicia calma. Eterno retorno a tus ojos. Amor desvelado.