viernes, 1 de enero de 2010

Puedo imaginarte ahora

como una punta arrolladora

diamantina estocando la tarde

más increible que nadie pueda imaginar

más plácida con la que ninguna voz me acompañó

más blanca que el pétalo de la flor más buscada

mas no la nombro

porque tiene tu nombre y tu nombre

no es cosa de regalar


Ruego ganarme alguna tarde, quizás,

el derecho de susurrarlo a tu oido

para acompañar con voz suave

esa voz suave como seda

que me obsequiás.