Puedo imaginarte ahora
como una punta arrolladora
diamantina estocando la tarde
más increible que nadie pueda imaginar
más plácida con la que ninguna voz me acompañó
más blanca que el pétalo de la flor más buscada
mas no la nombro
porque tiene tu nombre y tu nombre
no es cosa de regalar
Ruego ganarme alguna tarde, quizás,
el derecho de susurrarlo a tu oido
para acompañar con voz suave
esa voz suave como seda
que me obsequiás.